Cuando el Señor Jesús volvió al Cielo, los discípulos estaban preocupados por Su ausencia a partir de ese momento. Sin embargo, Él había dicho que no dejaría a Sus discípulos huérfanos, sino que volvería a ellos (Juan 14:18). Entonces, envió a otro Consolador, que es el Espíritu Santo, que pasaría a estar dentro de cada uno de ellos y de quien también Lo buscara. Hoy, no vemos o sentimos al Señor Jesús, pero Él vive a través del Espíritu Santo en la vida de quienes creen en Él. Y, cuando Lo hacés el Primero en tu vida, Él te coloca también en primer lugar, quitando de tu vida el miedo, la ansiedad y la preocupación por el mañana. En los momentos de luchas y de tribulaciones, Él es Quien nos consuela y nos fortalece. El apóstol Pablo, conducido por el Espíritu Santo, dijo que Él vendría y confirmaría en nosotros que somos hijos de Dios (Romanos 8:16) y quien es hijo nunca es abandonado por el Padre. Por eso, Jesús afirmó que no nos dejaría solos, sino que volvería. Por lo tanto, si no Lo tenés y tampoco tenés la confianza de que sos hijo de Dios, debés saber que Él quiere habitar en tu interior. Pero Él solo podrá hacerlo si Lo invitás o si, al golpear la puerta de tu corazón, Lo atendés (Apocalipsis 3:20). Solamente así, haciendo de tu cuerpo Su morada, pasarás a tener paz.